Espiritismo y Fantasmas





Durante el siglo 19 se gesta una doctrina pseudo-filosófica conocida como “espiritismo”. La misma nace a partir de las publicaciones del escritor Allan Kardec, quien acuñó tal vocablo técnico. Teniendo en cuenta su etimología, la palabra quiere decir “sistema para el estudio del espíritu”.
Su objeto de estudio es el génesis, esencia y futuro de los espíritus, así como el vínculo que éstos entablan con el mundo material (y con el cuerpo humano en especial).
Después de la muerte corporal, el alma o entidad incorpórea franquea las barreras de la desaparición, trasciende más allá y habita una dimensión distinta, conocida como “mundo espiritual”.
Seres humanos conocidos como “médiums” (“medios”, intercesores que gozan de la virtud o capacidad de ejercer la “mediumnidad”) pueden contactarse con estos habitantes de la jerarquía superior.

Tales espíritus sufren reencarnación, regresan a la vida terrenal y evolucionan, desarrollando sus facetas morales e intelectuales hasta alcanzar un mayor grado de mejoría, o incluso la perfección.
De acuerdo con la doctrina espiritista, hay planetas del universo más evolucionados que la Tierra y, además, los malos y buenos actos de hombres y mujeres repercutirán en las vidas futuras.  
La cantidad de manifestaciones mediúmnicas sucedidas en Estados Unidos durante el siglo 19 hizo que esta disciplina pseudo-filosófica se extendiera a Europa.
Allí, fue el profesor francés Hipólito Denizard quien, después de estudiar sistemáticamente los fenómenos, explicó sus causas y derivó un sistema filosófico completo –que trajo aparejadas consecuencias sociales y morales– llamado “espiritismo”, con todas las letras.
En el año 1854, el profesor Rivail estudió las experiencias conocidas como “las mesas giratorias” pero su escepticismo científico lo llevó a afirmar que se trataba de un fenómeno relacionado con movimientos magnéticos.
Pero el citado precursor, Kardec, sostenía que el alma de los muertos continuaba manifestándose en la vida ultraterrena y que existían formas efectivas de establecer una comunicación con ella.
Sostenía que tanto la ciencia como la religión, paradójicamente, habían alcanzado tal aceptación social y tanto prestigio que contribuían a sembrar el escepticismo y la incredulidad acerca de la espiritualidad humana trascendente, accesible de este lado de la vida.

Como indicábamos anteriormente, Allan Kardec cuestionó el hábito masivo de aprehender y entender la realidad de una forma siempre empírica y unidireccional, pero empobrecedora debido a la incredulidad imperante.
Reivindicó un nuevo paradigma en el que proponía que dialogaran las tres formas consagradas de conocimiento: la ciencia, la religión y la filosofía, para obtener un abordaje de mayor amplitud y profundidad de la realidad efectiva.
El innovador programa de Kardec proponía el libre acceso al saber espiritista, distanciándose del hermetismo característico de las doctrinas científicas y filosóficas del siglo XIX, cuyos campos estaban restringidos a una comunidad especializada.

Los lazos humanos con el plano espiritual no necesitan, según este profesor, de ninguna mediación institucional: se trata de una afectividad espiritual básica, espontánea, natural.
El programa espiritista de este estudioso fue publicado en el año 1857 bajo el título “El libro de los espíritus”. Se ha tomado la fecha de edición del mismo como inicio de la doctrina espiritista moderna.
Más tarde aparecieron otros textos del mismo autor: “El libro de los mediums” (publicado en 1861), “El cielo y el infierno, o la justicia divina según el Espiritismo” (que data de 1865), “El evangelio según el Espiritismo” (de 1864), entre otros varios títulos célebres. También fue fundador de una revista sobre el tema.
Desde entonces, una enorme cantidad de grupos de espiritismo comenzó a proliferar en Europa, siendo particularmente fértil en tierras españolas, donde estuvo a punto de integrar el currículo de las licenciaturas en filosofía.
Esta oleada espiritualista pseudos-filosófica fue refrenada por el ascenso de los movimientos totalitarios en Europa y por la eclosión de las guerras mundiales.
Por último, cabe destacar otros títulos famosos del iniciador del espiritismo contemporáneo: “Génesis,


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